Miércoles por la mañana, nos despertamos tarde y decidimos ir a ver si compramos unos colchones o futones. Bien, fácil en teoría. Difícil de la leche en la práctica. Uno se piensa que un futón es eso que se ve en occidente. ¡Pues no! Va a ser que no. Primero miramos en el supermercado más cercano y descubrimos que hay 1000 medidas, así que tenemos que comprarnos un metro y volver a casa a medir. Aprovechamos y de camino a casa nos metemos en una tienda de 100 yenes, que es el equivalente a las tiendas de 1 euro. ¡Claro que en versión japonesa! ¡Y eso significa que la tienda es enorme y tiene de todo lo que uno se pueda imaginar! Así que nos compramos algunas cosas que necesitamos allí, como una linterna para andar por la noche, agua... Y después de medir las tablas de madera para el futón volvemos a otro supermercado que está un poco más lejos y que es en realidad un pedazo de centro comercial estilo español como Xanadú en Madrid o algo así. Bien, después de mirar mil horas futones acabamos comprando uno a la desesperada y una sábana para ponerle... Y resulta que el futón ¡se pone dentro de la sábana! Luego, cada mañana se cuelga de dos barras de metal que hay en las terrazas para que pierda la humedad...

Volvemos a casa y ya se ha hecho de noche otra vez. ¿Pero cómo es posible? Si nos acabamos casi de levantar... ¿Qué pasa aquí?

Japón, para recolmo, aparentemente es muy histérico con el ruido que se hace en las casas... o al menos en este pueblo. Así que por las noches a partir de las 20 no puedes hacer casi nada en casa. Si ves la tele tiene que estar al mínimo y tienes que cerrar las ventanas y puertas. No puedes hablar en la entrada de tu casa ni despedirte por los pasillos. Todo eso lo pone en el contrato...

Salimos a cenar a un sitio cercano que se llama algo en semi-inglés pero que está lleno de jóvenes japoneses (somos los únicos occidentales) y donde se come comida "americana". O sea, japonesa que intenta ser americana. Nos pedimos unas hamburguesas y nos llega un trozo de carne sin pan en una plancha de metal con arroz en un lado, salsa como de soja y maíz en algo como bechamel. Y se come con palillos, claro, por lo que la carne está blandísima y se corta solo con tocarla con el palillo. Al salir está todo vacío...

Vale, pues a dormir...

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